viernes, 25 de mayo de 2012

La mayoría de las personas que me hablan de cosas que realmente me interesan son mujeres. No se porque pero es así; soy mujer de mujeres. No es que no haya hombres interesantes a mi alrededor que si los hay,pero es cierto que, salvo grandes excepciones, me aburren mucho mas;supongo que es cuestión de afinidad, feeling, que dicen ahora. 
Hay mujeres de esas cotidianas, las que te encuentras en la cola de la charcutería y que se ve que necesitan tanto que se las escuche que en los 10 minutos (como mucho) que pasas allí te cuentan un resumen de sus ultimas vivencias, problemas y sucesos importantes para ellas tan exhaustivo como breve. Impresionante la capacidad de síntesis de algunas.


Begoña es una de ellas. Una "mujer de su casa", entregada a la única vida que ha conocido:
Hogar paterno--->novio--->marido--->hijos--->nietos---> y a procurar ser feliz con todo ello.
Siempre que la veo me sonríe y se le nota en la cara que se alegra de una cara que la anima a descargar un poco (muy poco) todo lo que lleva encima.
¿Que tal Begoña?- Bien hija, aquí como todos los días
¿Como va la familia?- Huy muy bien, hoy vienen los dos nietos mayores a comer, voy a hacerles...bla,bla,bla. Vienen mucho a vernos,les gusta mucho venir.Como les queda cerca del trabajo les viene bien, no tardan nada y vuelven bien comidos.  
Y yo me quedo con una pregunta en la punta de la lengua: ¿Si el trabajo les pillara lejos vendrían tanto a verla? ¿Si no les viniera bien le darían los mismos besos?


El nº de la charcutería cambia, la siguiente?.
Hasta luego, hasta luego Begoña.
Cuanta entrega sin ningún esfuerzo y ni lo sabe.Ni reclama para ella lo mas mínimo.


Hasta donde llega la manipulación ancestral de los sentimientos en las mujeres que durante siglos hemos llegado a pensar que ser utilizadas es ser queridas.

3 comentarios:

  1. Muy buena Marta. Cuánta razón tienes.

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  2. El otro día en Mieres entré en una confitería y había una señorina mayor pidiendo un trozo de empanada para cenar, a la hora de pagar la ayudé con las monedas, me dió las gracias y aprovechó para contarme sus problemas con la dentadura postiza, que había estado mala, había adelgazado mucho, se le movía y se la tenían que ajustar. Cómo me prestó la conversación, ya hace años que murieron mis abuelos y abuelas, y ahora rara vez hablo con gente mayor. Tengo que buscar más ocasiones porque me di cuenta de lo mucho que lo echo de menos.

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    1. A veces nos parecen unos pesados sin mas, pero cuando realmente te paras dos minutos a escucharles a mi por lo menos me presta mucho, y a ellos no veas cuanto.

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